Se trata de un animalito que venció numerosas adversidades. Hasta fue baleada por cazadores. Dicen que “la Madre Tierra la protege”. En la zona la llaman la “Hija de la Pachamama”
Hace aproximadamente dos décadas comenzó a tejerse la historia de una cabra, a la que la gente que habita en los pequeños poblados dispersos en la Quebrada del Toro bautizaron como la “Hija de la Pachamama”. El animalito se mueve solitariamente en los peligrosos desfiladeros de la zona conocida como El Ballenato, a orillas del río, en la localidad de Campo Quijano.
Los lugareños contaron que fue criada en cautiverio, pero se perdió en la inmensa serranía durante una feria de animales, en vísperas de la navidad de 1995.
La cabrita fue creciendo en los precipicios, alejada de los seres humanos y también de los ejemplares de su misma especie, y no fueron pocas las dificultades que tuvo que sortear para lograr sobrevivir.
Hace algunos años, a pesar de conocer su tierna historia, un grupo de cazadores deseosos de terminar con el mito salieron a cazarla, armados con rifles de grueso calibre. Tras una jornada de rastrillaje por la zona, decidieron esperar durante varias horas apostados en una ladera. Al divisarla le dispararon sin piedad. La idea era que su cuerpo se desplomara por el precipicio y cayera a orillas del río y así poder recogerla.
Uno de los “desalmados” dio en el blanco e hirió al animalito en una de sus piernas. Según el relato, la cabrita se arrastró cuesta arriba esquivando las balas hasta perderse detrás de un abra. “Todos pensamos que había sido el fin de la cabrita”, contó Carlos, un habitante de la zona. Grande fue la sorpresa de todos, cuando pocos días después la vieron correteando en la montaña.
Por su longevidad (las cabras no llegan a los diez años en la región) y su capacidad para sobrevivir a circunstancias extremas, se piensa en la Quebrada que el animalito fue adoptado por la Madre Tierra y cuenta con su poderosa protección.
No es común verla, pero cada vez que aparece se convierte en un verdadero atractivo para chicos y grandes, quienes no dejan de señalarla en los cerros y agregarle algún condimento más a su historia, que ya se convirtió en toda una leyenda.
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