Un edificio expresa mucho más que un movimiento arquitectónico y fue el primer templo de la localidad hasta la construcción de la parroquia Santiago Apóstol, en 1948.
La misteriosa capilla de Río Blanco, de la localidad de Campo Quijano, se encuentra ubicada a 1 km del pueblo, en la margen izquierda del viejo camino a la Quebrada del Toro, a unos 1.587 msnm.
En el templo, cuya arquitectura denota una fuerte influencia neogótica, se erige en medio del verde intenso de una vegetación que crece vigorosa a orillas del río. Cada 6 de enero se celebra en el lugar, la festividad en honor a la Virgen del Rosario, patrona del lugar.
Las fechas respecto a su construcción no son precisas, pero lo cierto es que el inicio de la obra se sitúa apenas iniciado el siglo XX. Sobre el pórtico de acceso se encuentra impresa sin grandes ornamentos una fecha: 1914. De acuerdo a relatos de lugareños, ese dato correspondería al inicio de su construcción, ya que según información documental, el templete fue inaugurado en 1930.
Otro dato interesante de resaltar sobre la historia de la capilla de Río Blanco es que fue el primer templo católico de Campo Quijano, y el sitio reunía la feligresía de toda la región hasta que se construyó la parroquia local inaugurada en 1948, bajo la protección de Santiago Apóstol. Ese mismo día, un 25 de julio, se inauguraron en Campo Quijano varias obras de envergadura, como lo fue la primera usina hidroeléctrica del norte argentino, propiedad de la empresa Agua y Energía Eléctrica de la Nación; la primera línea telefónica que comunicó a la localidad con la ciudad de Salta; y la nueva estación ferroviaria del ramal C-14.
"A partir de entonces, la capilla de Río Blanco quedó para uso doméstico de los habitantes de la villa fundada por el coronel Juan Solá a fines del siglo XIX. Sus fracciones fueron originalmente distribuidas entre miembros de su familia", explicó el historiador y periodista salteño, Luis Borelli.
Respecto de la fisonomía arquitectónica del templete de Río Blanco, tan particular para el Valle de Lerma, se hace interesante expresar que responde a una corriente imperante en la época. “La construcción de iglesias, templos y catedrales en estilo neogótico en Latinoamérica fue una constante durante el último cuarto del siglo XIX y en las tres primeras décadas del siglo XX. La construcción de estos templos más allá de su arquitectura devino una solución para las necesidades políticas y sociales que tenía la Iglesia”, explica un informe de la Martín. M. Checa-Artasu, de la Universidad Autónoma Metropolitana (México).
El estudio agrega: “Es a través de esa idea que podemos entender estos edificios como símbolos del equilibrio, a veces conflictivo, a veces plenamente colaborativo entre la jerarquía eclesiástica y los gobiernos nacionales en turno que se dio en ese momento histórico. Este es un análisis que buscan entender como la Iglesia católica toma este estilo y lo utiliza, directa o subsidiariamente, como un elemento más, de una compleja política de inserción en las sociedades de los nuevos países latinoamericanos”.
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