Apareció la madre de la niña fallecida. El ataúd estaba en Villa Angelica, Quijano.
Leonela Estafanía Del Valle Ferril fue la bebé de 2 meses que falleció por causas naturales en febrero de 2002 en Campo Quijano. Su tumba fue profanada hace poco menos de un mes. Aún su sepulcro conserva su inscripción y su cruz católica en uno de los nichos ubicados en el cementerio local.
Su madre, Mónica Alejandra, se enteró de que el espacio de descanso eterno de su hija había sido profanado, y lo peor de todo, los restos del cajón blanco de madera que ella eligió para despedir a su angelito había sido arrojado, en un acto de crueldad impensado, en un campo ubicado a 4 kilómetros de Quijano en medio de unos yuyales y a un costado de las vías del ramal C-14.
El macabro episodio tiene ribetes extraídos de las novelas de Stephen King, como un tenebroso sueño del que no se puede despertar aún, y sabiendo que lo peor está por venir. La trascendencia de la noticia llegó a oídos de la madre de la difunta criatura que hoy tendría 15 años.
Peregrinar para saber
La mujer llegó a la comisaría 108 de Quijano y relató detalles impensados de esta pesadilla. "Mi madre (abuela de la beba) fue a ver el nicho de su nieta, y se dio con que la tapa estaba destruida y que el cajoncito había desaparecido".
Este hecho ocurrió el 26 de marzo. Apenas la mujer llegó al cementerio, ubicado al suroeste de Quijano entre los barrios San Jorge y San Roque, verificó la profanación del nicho que comparte con otras tumbas que no fueron ultrajadas. La sepultura pertenece a una familia que, sabiendo de las limitaciones económicas de la madre, cedió la única covacha disponible en donde se depositó en 2002 el pequeño ataúd de la bebé Leonela Estefanía Ferril.
Apenas supo de la afrenta a la tumba, comenzó un calvario agotador para la mujer de 31 años. Peregrinó de un lado a otro para saber qué fue de los restos de su pequeña.
"Me mandaron al municipio, allí me dijeron que no tienen encargados del cementerio y que debía preguntarle al dueño del nicho, y que si él quería sacar el cuerpo, estaba en su derecho. No sabía qué hacer. Estaba confundida".
La mujer, oriunda de Mina Tincalayo, con toda su familia en San Antonio de los Cobres, actualmente trabaja en el servicio doméstico en la ciudad de Salta. No tenía tiempo, ni sabía cómo se debe actuar ante este tipo de circunstancias en donde el cuerpo de su hija todavía no se sabe dónde fue a parar.
Para colmo, la mujer, muy afligida y apesadumbrada, se enteró por medio de un pariente, que el lunes 17, a la tarde, habían hallado pedazos del féretro, todo estropeado y sin los restos de su pequeña hija. "No pude dormir, la perdí cuando yo tenía apenas 16 años. Otra vez la pesadilla y todavía nadie sabe explicarme dónde y porqué lo hicieron", dijo.
Sola, desamparada y sin posibilidades de saber cuáles fueron los motivos de la profanación de la tumba de su hija, la madre se pregunta, ¿por qué tanta crueldad y desidia?
¿Dónde están los restos?
El lunes 17 en la tarde se supo del hallazgo en la zona de Villa Angélica, cerca de la ruta provincial 36 y las vías del ferrocarril, en Rosario de Lerma.
Identificado el ataúd, la madre de la bebe fallecida quiere saber dónde fueron a parar los restos de su hija y quien fue el profanador de sus tumba. Mónica Ferril y su familia vivían en Quijano en 2002. Tenía 16 años cuando quedó embarazada. Lamentablemente su criatura murió con dos meses de vida por causas naturales.
Las responsabilidades están en investigación y el delito a caratular porque no sólo extrajeron el ataúd con los restos, tiraron como basura en medio del campo el féretro, y se deshicieron de los restos.
La seguridad del cementerio de Quijano deja mucho que desear, ya que el precario cerco no impide el paso a vecinos que acortan camino atravesando entre las tumbas. A la madre le dijeron en la Municipalidad que "por el tiempo transcurrido no pueden hacer nada, puesto que no tienen sereno; solo una persona que va a abrir y cerrar el camposanto".
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