Hoy se cumplen seis años desde su muerte. Habrá actividades en El Alfarcito. El sacerdote Walter Segovia lo recuerda con emoción.
La peor noticia despertó a los habitantes de la Quebrada del Toro el 23 de noviembre de 2011. El hombre, el abanderado de la solidaridad, el ángel que los rescató de la indiferencia, se había ido de este mundo dejándolos sumidos en una amarga incertidumbre.
A seis años de aquel día lo recordarán con honores y con gran amor en El Alfarcito.
Walter Segovia, sacerdote y amigo de Sigfrido Moroder, inmortalizado como "Chifri", cumple también hoy 14 años de sacerdocio, y la última parte de su trabajo lo ha desempeñado en El Alfarcito, aquel remoto lugar de la precordillera salteña, en donde el padre Chifri comenzó su tarea social y evangelizadora. Él tiene una mirada muy particular de la labor de su amigo, un curita andador incansable de los cerros.
"Fue uno más de tantos que en silencio aman y crean. Pero Dios lo quiso mostrar. Muchos lo usan para embanderarse de Chifri y buscar la aprobación. Pero ¿cuál es el mensaje del padre Chifri? ¿Por qué tanta gente se siente atraída por su figura?
No pretendo dar respuestas, solo preguntármelo. A veces preguntarse es mejor que responderse. Nos hace más humildes y abiertos a la verdad. Las respuestas muchas veces nos dividen y nos hacen encasillarnos en murallas del saber", comenzó reflexionando el curita Walter mientras muestra el centro eclesial de El Alfarcito. "Creo que Dios lo mando a Chifri para que nos dijéramos: sí puedo. Él fue una persona maravillosa, alguien que creía que se podía y obraba en consecuencia. No me gusta cuando lo endiosan, porque es no conocer que era un hombre como nosotros. Y en su presencia, él te hacía sentir eso que eras capaz de lo que él era capaz. Te hacía sentir hermano".
Su relato es congruente con el significado del curita que hizo de un centro eclesial, el albergue de mucha gente desprotegida. De aquellos que no eran escuchados, los que no tenían oportunidades.
"Creyó algo difícil e imposible, nos entusiasmó en esta fe, caminamos en esta dirección y llegamos a ver el fruto de lo que creímos, dirían los que estuvieron a su lado. La mayor dificultad de Chifri no estaba afuera, estaba en él. Los obstáculos para creer muchas veces lo hicieron caer del parapente. No solo la vez que lo hizo en el suelo de un potrero, sino en el ámbito de su vida y desde niño fue muchas veces derribado por los vientos más fuertes que son los que llevamos dentro. Y esto era algo interior y desconocido por muchos".
El padre Walter mira más allá de lo que fue la figura protectora de Moroder. Asegura que lo sucedido a su amigo es un aprendizaje para todos.
"Fue derribado para volverse a parar. Nosotros tenemos que volvernos a parar y construir nuevos Alfarcito. Su fe lo puso de pie, el creer lo levantó desde unos bastones que sostenían su cuerpo limitado, se animó a construir un colegio en el medio de la puna, así hoy nos dice a nosotros: aunque estés tirado en un potrero levántate y cree".
Walter Medina tiene a cargo la guía espiritual de todos los alumnos del secundario rural El Alfarcito. Pero su ayuda social llega muy lejos en esta enorme geografía salteña. Carismático y sereno al hablar, dijo al final: "Es Dios quien me motiva, pero el ejemplo de Chifri como hombre de fe y sacrificio marcan mi camino".
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