Hace tres años funciona el taller en la Escuela Técnica 3106. Alrededor de 30 chicos ven limitados sus proyectos por la falta de materiales.
Cada sábado desde las 9 de la mañana llegan a la Escuela Técnica 3106 “Ing. Maury” de Campo Quijano, entre 25 y 30 jóvenes de diferentes lugares para aprender sobre robótica y dar forma a sus proyectos.
El entusiasmo, que lleva a algunos a soportar hasta tres horas de viaje para participar del taller, se ve muchas veces boicoteado por la falta de recursos para trabajar.
A pulmón y “como pueden”, los jóvenes se prestan material entre ellos, o en el mejor de los casos es el profesor Carlos Ríos el que debe poner plata de su bolsillo para que los chicos tengan su material, el cual no es nada barato.
Tan solo un kit básico para empezar a trabajar en proyectos de robótica tiene un precio superior a los $4000 aunque los de este precio requieren un proceso de armado que dependerá de la persona que lo quiera usar.
Un kit ya armado y listo para usarse cuesta arriba de los $10.000, según cuentan el profesor y algunos de los alumnos.
Respecto a los muchos recursos que necesitan y a los pocos con los que cuentan, el profesor comenta que “es complicado porque todas las cosas de robótica son caras. Llegan los chicos y la idea es poder ofrecerles lo básico para que ellos comiencen a aprender, pero nadie nos ayuda”.
“Ahora el profesor nos está prestando los materiales para que podamos trabajar pero no son muchos y en robótica somos como 30 y las cosas no alcanzan para todos”, explica Aaron Alfaro, alumno de la escuela técnica y también del taller de robótica desde que se empezó a trabajar en este espacio.
A veces la creatividad debe llegar a situaciones impensadas para poder sacar el máximo rédito a los pocos recursos que tienen. Armar los proyectos, sacarle algunas fotos, en algunos casos filmar un video que muestre el funcionamiento de sus creaciones y con mucha pena desarmarlos para que otro compañero del taller pueda armar su proyecto es algo que se ve constantemente aquí.
“En el taller nos brindan cosas porque hay placas y nos prestan para que vamos haciendo, pero después tenemos que devolver y ya queda en la nada el robot que hicimos, porque lo tenemos que desarmar y devolver las cosas que nos prestaron. Entonces nos quedamos con el conocimiento y las fotos que hicimos nada más”, expresa un tanto decepcionada Alana Silches.
Alana, vive en Rosario de Lerma y es una de las pocas mujeres que participan del taller. Perseverancia y esfuerzo parecen ser algunas de las herramientas con las que se debe contar para materializar las ideas en este lugar.
“Muchos se dan por vencidos, se rinden porque la electrónica no es fácil, no la entienden”, cuenta la estudiante de 18 años, quien además se destaca en un ámbito en donde la presencia masculina es mayor.
Ideas que se materializan
Hace más de tres años que el profe junto a algunos alumnos ganaron, a través de un proyecto, un kit de robótica.
Para darle uso al premio, se decidió empezar a trabajar por fuera de las actividades escolares los sábados en el mismo establecimiento educativo de la escuela técnica de Campo Quijano.
“Ellos hacían proyectos chiquititos: un seguidor de línea, un seguidor de luz, por ejemplo. Terminó el año y quedaron contentos. Después el siguiente año querían seguir y ya otros chicos querían unirse querían aprender y el taller fue creciendo” recuerda Ríos.
Silvio, es el nombre de uno de los robots que crearon en el taller y que limpia el piso del colegio. Lo manejan a través de bluetooth mediante una aplicación que los mismos alumnos y el profesor generaron.
“Todos los años tratamos de hacer algo nuevo y tratamos de reutilizar todo” comenta Ríos.
“Yo tenía pensado hacer un levantador de objetos, es un robot que va levantando cosas y los pone en una bandeja, cualquier objeto del suelo lo recoge y lo va guardando, es un trabajo bastante complejo” cuenta, por su parte, Alana.
Cada integrante del taller tiene sus propios proyectos, los cuales van realizando en la medida en que los recursos se lo permiten. Entre las cosas que tienen pensado hacer están una cortadora de césped automática con GPS incorporado, un brazo robótico, un dron y hasta una prótesis de pie en 3D, quizás el proyecto más ambicioso.
“La verdad que uno quiere ponerse objetivos más grandes pero te frena mucho el tema de la economía. A veces los chicos llegan y no tienen materiales” expresa Ríos.
En el mismo sentido, la alumna dice que para su proyecto “cuesta conseguir los materiales porque los sensores que ocupa son caros y me estoy limitando“.
El contador de básquet
Uno de los proyectos que se pudieron realizar este año fue un contador de segundos para un tablero de básquet del club Sportivo de Campo Quijano.
Ahora el desafío es más grande, ya que quieren hacer un tablero de mayor tamaño y trabajar en el mantenimiento del mismo.
“Este año nos metimos con el tablero para la cancha de básquet, lo hicimos con unos cuantos alumnos y ahora queremos hacer el tablero más grande y ya sale más caro. Comprar uno hecho sale más de $15000 y nosotros tal vez lo podemos hacer con $8000” comenta el profesor.
El taller de robótica no solo busca que los alumnos aprendan sino que también puedan generar proyectos que favorezcan a la sociedad.
“La idea también es apoyar las cosas del pueblo hacer un proyecto más social y que sirva” expresa Ríos.