El martes a las 18, como todos los años, se realizó una misa en la plaza Martín Fierro para recordar el temblor que sacudió la esperanza de todo el pueblo de Campo Quijano.
Pasaron tres años de aquella mañana de miedo y angustia. La tranquilidad acostumbrada del pueblo se convirtió en llantos y súplica. Apenas fueron treinta segundos de oscilantes movimientos. La tierra se despertó y dejó doscientas viviendas inutilizadas y traumáticas secuelas que hasta el día hoy son una pesadilla para los vecinos de Quijano.
Han pasado tres años de aquel sismo que dejó dos muertos en la zona el Valle de Lerma, un niño de ocho años oriundo de La Merced y una señora de 59 años del paraje rural de Potrero Uriburu ubicado al norte de esta jurisdicción.
Escenas de espanto
Nadie estuvo al margen de los treinta segundos de terror del sábado 27 de febrero del 2010. Hoy, después de tres años de aquel día, siguen latentes en las retinas las escenas de espanto sufridas por numerosas familias. Las numerosas viviendas dañadas fueron reparadas total y parcialmente. Otras quedaron sin arreglos. Se mezcló la política y la miseria humana. Apareció la mezquindad, que no dio lugar a los que menos tenían, y los verborrágicos discursos oportunistas.
Pero también fluyó el amor y la esperanza de muchos vecinos que juntaron sus manos y rezaron y ayudaron.
El miedo no cesa
“Todavía tengo miedo. Esa mañana estábamos recién levantados. Cuando apenas comenzó el temblor atiné a abrazar a mis hijos y luego intentar salir corriendo. Pero no podía salir, estaba pegada al piso. Las paredes de la cocina comenzaron a abrirse. No sé cómo lo hice, pero logré escapar con mis chicos”, contó Marta Lamas a El Tribuno en las afueras de su vivienda ubicada en el pasaje Reconquista del Barrio Ferroviario.
Dos dormitorios, una galería extensa y sus techos sucumbieron ante semejante movimiento telúrico que alcanzó una magnitud de 6,1 grados en la escala de Richter.
“Fueron segundos interminables. No se acababa nunca. Durante días no podíamos dormir. Sacamos las camas a la vereda. Las paredes quedaron agrietadas. Fueron momentos que no quiero vivir nunca más. Cada vez que siento un ruido pienso que se viene otro sismo”, concluye, entre lágrimas, el relato la mujer.
Sin presupuesto
Según dice esta vecina, recibió ayuda del municipio, pero quedaron trabajos pendientes que no se concretaron por falta de presupuesto.
Frente a esta casa, doña Carmen Flores recuerda el día que tembló Quijano. “Estaba cocinando un guiso cuando una nieta me sacó de la casa. Al principio no sentí nada, pero después se empezó a mover toda la casa. Rezaba a Dios que no se venga todo abajo. Fue horrible. Desde ese entonces la naturaleza nos golpeó seguido, con sismo, vientos y granizo”.
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