jueves, 14 de marzo de 2013

El nuevo Papa es Argentino, Francisco


Una ola de emoción, sorpresa y entusiasmo recorrió ayer cada rincón de la Argentina cuando el humo blanco del Conclave anunció que el nuevo papa es el cardenal Jorge Bergoglio, un prelado de elevado perfil que mantuvo una mirada crítica sobre la situación social de la Argentina y que, por ese motivo, mantuvo distancia, que a veces rozó el enfrentamiento, con los gobiernos de Néstor y de Cristina Kirchner.

La presidenta, por la tarde, no ocultó su desconcierto ante la noticia y en un discurso improvisado, lo definió como “peronista” y le pidió que “interceda ante los poderosos”.

La euforia popular se alimenta de los sentimientos religiosos y el orgullo nacionalista de los argentinos, un país fuertemente católico, pero cuyo único santo es un monje hijo de españoles asesinado por los republicanos en España.

Francisco I, Jorge Mario Bergoglio, no solo es el primer argentino que llega a la máxima jerarquía de la Iglesia Católica, la más antigua de las instituciones del mundo, que congrega 1.200 millones de bautizados: es el primer papa no europeo desde el siglo VIII. El último había sido San Gregorio lll (731-741), proveniente de Siria.

De los 265 papas que lo precedieron, más de 200 fueron italianos. En 1978, la elección del polaco Karol Wojtyla rompió una tradición de más de dos siglos de pontífices cercanos a la curia romana. Bergoglio es, además, el primer jesuita que llega a la máxima dignidad católica. 

Desde hoy, los pasos que vaya dando Francisco I indicarán cuál es el verdadero significado de su elección. 

Su antecesor, Joseph Ratzinger, dejó la impronta de una Iglesia dispuesta a dar batalla contra el relativismo moral, recuperar la tradición de la cultura europea como horizonte de valores y trabajar prioritariamente por la unidad de los cristianos. Bergoglio es conservador, como lo fueron sus antecesores directos, pero su desempeño tiene un perfil “nacional y popular”, probablemente por su cercanía con algunas corrientes del peronismo.

En una época que archivó la Teología de la Liberación casi en los anaqueles de la literatura, Bergoglio alentó el movimiento de “curas villeros”, herederos de sacerdotes como Carlos Mugica, pero menos politizados y refractarios a los clishés progresistas de ciertos círculos intelectuales.

Es muy probable que el pontificado de Bergoglio se acerque al compromiso social de Juan XXIII y Paulo VI, y que recupere el espíritu desarrollista de la Populorum Progressio. Sin embargo, se descuenta que será teológicamente conservador, que su doctrina seguirá siendo severa en cuanto a la revolución sexual, pero probablemente con un sello humanista. 

Si su origen geográfico influye en su desempeño político, como ocurriera con Juan Pablo II, los países emergentes habrán logrado un aliado. Los populismos latinoamericanos, en cambio, un examinador muy severo.

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