lunes, 29 de diciembre de 2014

Fe y amor, la herencia del padre Chifri en los deseos de fin de año en el Alfarcito

Ayer, 500 familias de la Quebrada del Toro recibieron cajas navideñas en El Alfarcito. Las prepararon otras familias solidarias de Costa Salguero, Buenos Aires.

"Gracias, gracias, gracias", decían de muchas maneras las personas de las 25 comunidades que integran El Alfarcito. Con palabras, coplas, miradas llenas de amor, aplausos y sonrisas. Es que ayer, luego de oficiarse una misa en la capilla de ese paraje de la Quebrada del Toro, alrededor de 500 familias recibieron un regalo muy particular: una caja navideña que, otras familias de Buenos Aires, armaron especialmente para cada una con alimentos para poner en la mesa de año nuevo y otros obsequios para celebrar la llegada del 2015. 

"Nos une el anhelo de hacer el bien". Con esas palabras se resume el espíritu y la labor de la fundación. Las mismas que, en un cartel, estaban sobre el camión de gran porte que trasladó las cajas desde Costa Salguero, en Buenos Aires. 

Cada una de las familias de los cerros está anotada en una planilla que tiene todos los datos que se requieren para esta campaña navideña. Cuando alguna persona manifiesta su deseo de colaborar con la obra del padre Chifri, se le asigna una familia y se le informa sobre el número de integrantes. Cada caja llega con el nombre de la familia destinataria y ha sido armada especialmente para ella. Rubén, un colaborador, expresó: "La obra de Chifri trascendió tanto, que hace posible algo tan lindo como lo que estamos viviendo hoy". 

Coplas para decir gracias
"De La Poma he venido/ a rezar una oración, / para pedirle a la Virgen / nos traiga su bendición", cantaba una señora, entre los aplausos, las fotos y un centenar de personas que llegaron a la escuela de la Fundación desde distintos parajes, algunos muy alejados. Se iban animando los cantores y multiplicando los aplausos con coplas pícaras y otras bien tradicionales que le dieron a la jornada la música en un día de sol pleno en la quebrada. 

En camionetas, burros, a caballo y hasta a pie, iban llegando las personas a buscar sus cajas. Como don Angel, un señor de 63 años que caminó más de cinco horas desde el paraje El Rosal, quien recordó al padre Chifri emocionado y con palabras de cariño. "Era una persona muy alegre y buena, que estaba con la gente y ahora nos cuida desde el cielo", expresó. 

Envuelta en un estridente papel de regalo de colores con letras bien grandes como el mensaje mismo, una de las cajas rezaba: "Feliz Navidad y un santo 2015". Seguramente el padre Chifri hubiera coincidido en ambos deseos. Casi como adivinándolo, decenas de personas expresaban al unísono y a viva voz: "­Gracias, padre Chifri!", mientras se tomaban una foto grupal para saludar a las familias que tuvieron tan solidario gesto. 
El miércoles, para recibir el año nuevo, las personas de las comunidades disfrutarán de esos regalos y brindarán por uno de los legados más grandes que les ha dejado el padre Chifri: el amor y la fe.

Manejar cientos de kilómetros para sumar las voluntades de muchas gente solidaria
Juan José Villegas es camionero y los últimos días le tocó un viaje muy especial: venir a Salta, precisamente a la Quebrada del Toro, a traer cientos de cajas que familias de Buenos Aires prepararon para colaborar con la obra del padre Chifri.

Vino por segunda vez consecutiva, pero esta vez las trajo a su señora, Rosa y a su pequeña nieta, Nahir. Quería que ellas también conocieran la fundación El Alfarcito, ese sitio en el que todos trabajan por el bienestar y desarrollo de las familias de 25 comunidades de la quebrada. 

El viaje es la colaboración de una empresa de transporte a la obra. Lo hacen de manera gratuita, solo para ayudar, como tantas personas que suman voluntades y esfuerzos por la gente de los cerros. 

Juan José es de un pueblito de San Juan, Pocito, que contó que es bastante parecido a la quebrada. "Estar aquí, sin teléfono, desconectado de todo y ver todo esto es muy lindo", contó. 

Tiene miles de kilómetros recorridos en todo el país, pero encontró en El Alfarcito un lugar donde vivir algo muy especial: la fe y la solidaridad de mucha gente. 

"Acá es otra cosa, esto es hermoso. Uno ve de todo en los caminos: lo bueno, lo malo y lo regular, pero cuando ve algo así no se quiere volver. Uno no se encuentra todos los días con cosas como estas", dijo. "El Alfarcito es el reflejo de lo más lindo del ser humano", resumió y adelantó que ayer serían los últimos en irse. Querían disfrutar el día hasta el final.

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