Martín Barboza crea soldados de 28 cm con yeso, alambre y diversos materiales. Vive en Campo Quijano y sueña con que su obra represente las 500 reparticiones argentinas.
Las epifanías ocurren en los sitios más inesperados. Durante un desfile de los fortines gauchos, en 2001, Martín Barboza (43) se detuvo en los ponchos rojo oscuro con banda negra, en las botas y los sombreros de cuero, en las bombachas y chaquetas finamente bordadas a mano. También en las rastras de plata que sostenían los facones de los participantes.
Aquel año, de sacudidas violentas para la economía doméstica de la mayoría de los argentinos, encontraba a Martín cavilando sobre su suerte laboral. Él había trabajado muchos años en Buenos Aires como ayudante de albañil, de yesero y de electricista y había vuelto a Salta en el 2000. Aquí lo había empleado Vialidad para hacer defensas para el río. "Juntaba piedras todo el día y pensaba: 'Acá no tengo futuro'. Realmente no había progreso de nada en juntar piedras, así es que terminé mi tarea de seis meses y salí de allí", recuerda.
Estuvo un tiempo sin trabajo fijo y como había hecho "la universidad de la casa" sintió que debía volver a sus habilidades natas para hallarse un nuevo oficio. Empezó haciendo figuras gauchas de 28 centímetros con estructura de alambre y recubiertas en yeso. De 2002 a 2008 las vendió en la feria de la Balcarce, pero al no tener movilidad, cargarlas en el transporte público de pasajeros y cubrir el trayecto entre Campo Quijano y Salta a diario se le había transformado en una actividad cuesta arriba.
"Lo había decidido, pero sentí temor porque creía que si no iba a la feria no iba a vender. Me cansaba el ir con las cajas cargado en los colectivos, con el riesgo de que las piezas se dañaran por el trajín", comenta. Justamente durante su última jornada en la Balcarce un mayor del Ejército Argentino pasó por su stand y le preguntó si se animaba a hacer un diorama con un hipomóvil que arrastraba un cañón. Él le dijo que sí con esa combinación de coraje de quien confía en sus dones y ama los retos.
Desde entonces y hasta hoy Martín realiza figuras por encargo de distintas unidades militares, regimientos, batallones, compañías y destacamentos del país.
Colección personal
Un caballero templario, un coracero del IV de Caballería, un policía de la Provincia de Salta, un efectivo de penitenciaría, un gendarme, un efectivo del Grupo de Operaciones Armadas (Gopar), un soldado con uniforme de la década del 70 del Regimiento de Infantería de línea francés, un cosaco de la guardia imperial rusa, un dragón del II Regimiento de Dragones, un granadero de la Guardia Imperial Francesa, un soldado del VIII de la Caballería de la guardia personal del general José de San Martín, un infernal, un granadero del Regimiento de Ganaderos de San Martín, un guardia civil de Buenos Aires, un soldado de los Andes, un soldado federal, un soldado del V de Infantería Argentina y un soldado del VIII de Infantería integran la colección personal de Martín Barboza. Los acompañan los generales Martín Miguel de Güemes, Manuel Belgrano y José de San Martín. El artesano los saca de una vitrina y los coloca sobre una mesa y la pequeñez y la escrupulosidad de los detalles genera asombro.
Las bandoleras y cintos son de cartón o de cinta de raso, los sombreros, kepis y gorras llevan sus tirantes, lazos, colgantes y borlas de gala. Las charreteras están hechas de cinta de bebé fileteadas y desgranadas. Los distintivos de señalamiento de servicio y los rectángulos de identificación están reproducidos con gran fidelidad.
Martín especifica que con papel afiche pintado hace las pecheras, que utiliza hilo rojo o verde para hacer los cordones de las botas y alfileres para emular las espuelas, corta chapas para las hebillas de los cintos y emplea cable de teléfono para las fundas de los sables. Si no lo cuenta, la materia prima de sus creaciones resulta insospechada al ver el trabajo terminado. En un intento por hallar evidencias externas de su ingenio resulta inevitable mirarle las manos. Con precisión de cirujano para los rostros y manos de yeso, con pragmática rapidez para las molduras de yeso en la construcción, que nunca abandonó.
Su trabajo, dice con humildad, es producto de la experimentación. Sus elementos básicos son el yeso y la resina. Luego dice que debería acondicionar algunos globitos o pocitos o las juntas con estecas (cucharitas planas con puntas redondeadas), pero en su lugar usa un cuchillo corto y gastado al que se le rompió el mango y que tiene las puntas redondeadas de ambos lados. Completan su equipo una trincheta, pintura acrílica y barniz.
"La temporada alta para mí es a fines de año, septiembre, octubre, noviembre y diciembre, cuando al personal le dan el pase a otra unidad, algunos se retiran u otros vienen de visita. A todos les dan de presente un recuerdo de fin de año. También hay militares que coleccionan las figuras", explica. Añade que su gran sueño es que haya una representación suya en cada una de las 500 unidades militares del país.
Movimiento continuo
El taller de Martín Barboza está habitado por figuras de diversa especie. Un Buzz Ligth Year y un Woody, del tanque de Disney "Toy Story", reciben a los visitantes. Los muñecos, de un metro de estatura, tienen un pasmoso parecido con los originales. Fueron hechos con telgopor, yeso, goma de cámaras de bicicleta y de la manguera de un lavarropas, goma eva, cartón, plástico, engrudo y cola. Un molde en cartón de un automóvil, el Rayo Mc Queen de "Cars", también de Disney Pictures, evidencia un proyecto abandonado. "Iba a ser una cama de niño", acota Martín. También hay dos torsos de Barbie con brazos desmontables hechos en telgopor y en tamaño natural. Estas quedaron de un cumpleaños de niña. "Tengo que trabajar bastante hasta que me surgen los rasgos de la mujer, sobre todo la sonrisa. No tengo práctica en hacer rostros femeninos. Lograr la sonrisa de la Barbie me dio mucho trabajo. Era como hacer a la Mona Lisa", añade.
Hay otras piezas desarmadas como un Transformer. Además de figurines pequeñísimos hechos de plomo y resina ecológica. También pruebas y tanques M-113, hechos de cartón, chapa, alambre y plomo.
Martín empieza con bocetos y moldes a los que va ajustando y mejorando. Nunca se niega a los encargos que le hacen, aunque renunció a crear una línea de muñecos infantiles de grandes proporciones para decorar fiestas de cumpleaños porque no serían rentables. Los destinatarios de estas creaciones son sus doce sobrinos. "Hago otras cosas para descansar de las figuras militares y entonces los sobrinos con sus pedidos me ponen a prueba la creatividad", cuenta.
Abaratar costos y producir en serie en tiempo récord son los enemigos íntimos de los artesanos. "Cada muñeco implica un diferente trabajo. Si los hago desde cero me llevan más tiempo que si los vengo reproduciendo", aclara Martín, para quien "la práctica es lo que hace que uno sea medianamente bueno en lo que hace".
La excelencia de sus figuras militares le infunde más sentimientos por el trabajo. "No me gusta retratar las luchas, pero sí la historia y la tradición de las reparticiones", expresa.
Los soldados en lista de espera son muchos, pero quienes más lo tientan son los que defendieron el territorio de las invasiones inglesas, "el comienzo de las unidades armadas argentinas", señala Martín, con pasión de historiador aficionado.
Contacto: si alguien quiere comunicarse con Martín Barboza puede hacerlo buscando el perfil de Facebook que lleva su nombre.
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