Indignación, dolor, impotencia y miedo. Son los sentimientos que hoy expresa la familia de Don Florentino Gutiérrez, de 60 años, quien fuera asesinado en el paraje El Rosal el año pasado.
El 29 de julio de 2014, el hombre se despidió de sus familiares por la mañana, para dirigirse a su casilla en la Quebrada del Toro donde se ocupaba de sus animales y sus cultivos, pero jamás regresó. El 30 de Julio fue hallado muerto, con la cabeza destrozada, boca abajo y con las manos sobre la espalda. Una enorme piedra ensangrentada daba testimonio de la salvaje violencia con la que fue asesinado.
Por el hecho fueron detenidos dos jóvenes: Gabriel Erazo (18 años) y un menor de edad, que tras las investigaciones y la inspección visual del fiscal a cargo, fueron imputados por homicidio simple y homicidio agravado por la participación de un menor. Ambos, sin embargo, aunque aún no existe fecha de juicio, gozan de libertad.
Según Lorena Sumbayne, sobrina de la víctima, apenas dos meses después de la detención Erazo quedó libre; y el 7 de julio de este año ocurrió lo propio con el menor imputado, sin ninguna explicación por parte de la justicia : “Nos enteramos porque nos avisaron los vecinos, y hasta los cruzamos en Gobernador Solá, en el festival del choclo; nos saludan y se nos ríen en la cara” se lamentó.
Hugo Gutiérrez, hijo de Don Florentino, dice que teme por la seguridad del resto de su familia: “Se les acercan. Sabemos que fueron ellos, son asesinos que están libres, que intenciones pueden tener? Parece que los jueces esperan que muera alguien más. Mi papá no era un animal para que lo maten así, no podemos dormir tranquilos. Queremos que estén presos.”
Todas las semanas participan de las marchas de la comisión contra la impunidad en Salta Capital, y hasta han pensado en cortar la ruta nacional 51, porque nadie los escucha.
Para Calixta Gutiérrez, la saña y crueldad del homicidio de su hermano no tiene explicación, pero las pruebas son claras: “Eran los únicos que estaban con él cuando murió, y el más chico incluso confesó el asesinato; el mismísimo fiscal Rivero vió que le encontraron ropa ensangrentada escondida debajo de su colchón; hasta en las zapatillas tenía sangre (…) Mi hermano era un hombre trabajador que crió a sus hijos como pudo, labraba la tierra para alimentar a su familia, queremos que paguen lo que han hecho”…
Con el convencimiento de que las fallas en la investigación permitieron la libertad de los causantes, la familia afirma que continuará con su reclamo hasta las últimas consecuencias. Mientras, ejercitan la paciencia y el hartazgo, penando por los laberintos de la justicia..
Fuente: La Llave el Portal
No hay comentarios:
Publicar un comentario