Oímos resonar en estos días la posibilidad cierta de que un Joven pueda ejercer el derecho al voto una vez cumplidos sus 16 años. Hablamos de derechos y deberes, de obligaciones y restricciones circunscriptas al ámbito de los lineamientos legales que existe en nuestra Nación.
Ahora bien, tomando al ser humano como una persona integral, no podemos dejar de lado su aspecto, psico-social y biológico. Sabemos que desde el punto de vista fisiológico, una persona de 16 años no ha alcanzado aún su madurez, no se encuentra en óptimas condiciones para procrear, no logra manejar con precisión su propio cuerpo y desde el punto de vista emocional, no es capaz de mantener un equilibrio en sus estados de ánimo y mucho menos en lo que respecta a sus efectos. Vemos al adolescente en la permanente y ardua tarea de formar su propia identidad, de dirimir y asumir cuales serán los valores que llevará a lo largo de su vida, de dilucidar cuál es su rol actual en la sociedad, en su familia, en su grupo de pares, ect. Todo esto incrementando la inestabilidad de la que antes hablaba.
Estos elementos caracterizan naturalmente al proceso evolutivo de una persona, el común de los seres humanos nos hemos enfrentado con estas situaciones, debiendo tramitar la ansiedad y la angustia que conlleva el proceso de crecer en un ámbito que no se sabe bien de qué se trata exactamente. Y está muy bien que eso suceda así, ya que no es lo más saludable saltar de una etapa a otra sin haber transitado por el aprendizaje que cada una nos tenía preparado.
Con todo esto, ¿Es realmente necesario sumarle al joven una responsabilidad de magnitud tal como el sufragio? Se trata además de una acción paradójica, el joven va a poder optar por una propuesta política, sea la que fuere, de la cual no va a ser partícipe activo mediante deberes sociales tales como el pago de los impuestos, la inserción laboral y otras acciones que por su edad no se les tiene permitido llevar a cabo.
Entonces, no se pone aquí en duda la capacidad del adolescente de 16 años, pero debemos como sociedad dejar que la naturaleza cumpla sus ciclos, esperar que ese joven madure y que mientras tanto sus preocupaciones sigan siendo la profesión u ocupación que quiere elegir, el rol que prefiere ocupar, los amigos que le complace tener, las salidas que planea disfrutar, en fin, todo lo que hace la consolidación de su identidad, la aceptación de su propio ser, su autoestima, sus capacidades y sus limitaciones, de modo que una vez asumidos estos aspectos, su postura frente a la vida sea menos sesgada y se sienta capaz de decidir y de ejercer como un ciudadano la plenitud de sus derechos y sus deberes.
Por Paula Rodríguez Messina - Lic. en Psicologia
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