Más de cien variedades del ancestral alimento andino se cultivan tradicionalmente en la localidad montañesa. Un alimento al que no se le conocen todas las propiedades, los papines son también muy vistosos.
Desde las primeras horas de mañana se hará en el paraje de El Alfarcito la Tercera Fiesta de la Papa Andina y se presentará lo mejor de la producción local, donde un centenar de variedades sobreviven el paso del tiempo sobre las culturas ancestrales. Siguiendo la ruta nacional 51, y en el kilómetro 87, a 10 kilómetros de Gobernador Manuel Solá, se llega al paraje El Alfarcito (2.800 m s/nivel del mar). Ana Virasoro, presidenta de la Fundación Alfarcito, señaló que la idea “es que lo que antes hacían para subsistencia, ahora se haga como comercio con grandes perspectivas económicas para sus creadores. Y la verdad es que lo que logramos es una experiencia única. Ya hicimos una selección y limpieza de las papas y hay una gran variedad, muy disponible para la cocina gourmet y de grandes cadenas de hoteles y comedores, por la calidad nutricional de la papa y lo vistosas que son para el plato”, señala Virasoro. “Nos pidieron algunos kilos, todavía no entramos en grandes producciones, pero lo bueno es que la experiencia va en crecimiento. El cultivo está organizado por la comunidad porque es muy necesaria en la dieta andina. Es una papa que se come con cáscara y tiene muchas propiedades que aún no se conocen”.
Un producto óptimo
La producción de papines de Alfarcito se duplicó un 100%. Lo que estaba destinado a economías de subsistencia, ahora es una ventana económica para las comunidades andinas. Más de cien variedades fueron heredadas y poseen un gran riqueza y pureza genética.
En El Alfracito se guarda la papa cosechada en la tierra. Allí se mantienen como si fuera una cámara de frío con aproximadamente 6º constantes. “Si las ponemos en las casas, el calor las echa a perder”, dicen los productores. Los papines son seleccionados por tamaño y color.
Su pureza genética habla del alto valor histórico del producto. Su recolección también habla de la amistad comunitaria necesaria para llevarla a cabo. Y se puede tener trazabilidad del producto, desde quién lo plantó, lo recogió, en qué época y en qué suelo creció.
El sabor de la comunidad
La producción en los pueblos andinos está fuertemente ligada a la vida en comunidad. De allí que cada una de las producciones, represente el esfuerzo de la comunidad que lo originó.
En nuestro mapa provincial no son pocos los meandros donde han quedado estos espacios de culturas antiguas, tan presentes en la vida diaria de nuestra gente. Y en la Quebrada del Toro, donde se encuentra El Alfarcito, está muy presente. “Realmente la papa andina de la zona en este momento es muy importante para la gente. Y desde la Fundación estamos buscando acompañar el proyecto productivo y que sume para que la gente pueda vivir mejor en el mismo lugar donde están y no tengan que venirse a las ciudades”, dice Ana Virasoro, presidenta de la Fundación Alfarcito.
Uno de los productores, señala que “esto es lo que nos dejaron los tatarabuelo para sobrevivir. El padre Chifri, nos dio piedra angular para que nuestros productos salgan a la venta, y no lo usemos sólo para el trueque por maíz o sales. Ahora debemos mejorar el producto. Pero por supuesto que es de buena calidad. Generalmente se cría sólo con agua, tierra y sol, no lleva ningún agroquímicos y por eso la gente lo acepta fácilmente. Nosotros hacemos todo en comunidad. Nos brindamos ayuda el uno al otro, para sembrar, esquilar ovejas y recoger papa. Así da vuelta el ciclo todo el año. Ahora hemos llegado a la Feria de Sabores y hemos visto la importancia de nuestras papas a las que hemos vendido a buen precio. Sobre todo, queremos que nuestros hijos vean un futuro donde viven”, dice.
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